La Diosa de los Gatos — Crónica de una Reina Incomprendida
- Carlos Arredondo
- 22 jun
- 2 Min. de lectura

Hay un rincón del mundo —40 metros cuadrados, para ser exactos— donde el universo se pliega con respeto. Allí reina, no por elección sino por derecho, una dama solitaria, incomprendida por los profanos, venerada por felinos y soñadores. Ama y señora de reyes sin trono, domadora de la soberbia, coleccionista de pelos en la ropa y de juguetes ruidosos que nadie más soporta.
Es la protectora de los que maúllan y no se quejan, la madre que regaña sin sentido pero con ternura, que reparte premios grasosos con aroma a cordero o pescado, que escucha más de lo que habla y piensa más de lo que dice.
Habita un reino hecho de lanas multicolores, libros abiertos, sillones vencidos por el peso de gatos sagrados, y una ventana que siempre da a la ciudad... pero que ella ignora. Su monarquía es discreta, sus decretos impredecibles, sus horarios inapelables. No acepta súbditos humanos, pero sí aliados de cuatro patas. No exige reverencias, sólo silencio y un poco de respeto por su caos ordenado.
Es soberana de la fantasía, inventora de mundos imposibles habitados por ronroneos, ciudadana perpetua de sus pensamientos circulares, esos que la aprisionan pero también la salvan. Dama de calcetas gruesas y vestimenta casual eternamente incomprendida.
Y aunque el mundo la mire de reojo, su corte de maulladores no la cambiaría por nada. El Gato Insolente la conoce, la respeta, y la adora en silencio —como debe hacerse con las verdaderas diosas—. Porque incluso los gatos saben que hay humanos que no son de este mundo, sino que lo reinventan a su modo.
Y ella, sin saberlo, es la reina de todos nosotros.
Porque en un mundo que se desmorona entre gritos, exigencias y modas pasajeras, ella se sostiene, inmutable y firme, sobre un trono hecho de felpa, independencia y amor sin condiciones. Que nunca falte su reinado ni sus premiados sermones. Que nunca calle su voz, ni suelte su cetro de estambre. Porque mientras exista una sola huella felina marcada en la alfombra, el reino sigue en pie. Y nosotros, humildemente, seguimos sus pasos. 😼👑🐾






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