🐾 El Gato Insolente opina: Paz de Saldo y Cínicos de Oferta — la nueva categoría
- Carlos Arredondo
- 11 jul
- 2 Min. de lectura

Una máquina naranja rugiente, con ego turboalimentado, que un pobre gato colega (probablemente republicano) lleva encima como si fuera una peluca mal pegada, que masajea entre ronroneos ideas idiotas, amenazas sin desparpajo, golpes y manotazos a amigos y enemigos. ¡Y aún así dice representar la paz!
Imagínalo:El Gato Insolente lo ve desde su palco teatral de esta grandiosa vida, con una ceja arqueada, mientras murmura:“Cuando el circo se queda sin domadores… los payasos se postulan para Nobel.”
La paz ya no es un acto noble,sino una transacción brutalmente cínica.Se intercambia como si fuera una prenda en descuento,un comodín diplomático para lavar culpas históricas y egos recientes.
Y ahora, en esta tragicomedia internacional,alguien ha tenido el descaro de proponer a La Máquina Naranja —sí, ese mismo—como candidato al Premio Nobel de la Paz. (Permítanme reír con estridencia).
¿En serio?
Como candidato parece sacado de una parodia de The Onion,o peor: de un episodio censurado de Black Mirror, de los más increíbles y aberrantes,que alguien creyó era documental.
Hablemos claro:
Separó familias migrantes y metió niños en jaulas.
Amenazó a países aliados como si fueran deudores morosos de un banco mafioso.
Saboteó tratados multilaterales sobre desarme, medio ambiente y salud pública.
Utilizó el poder presidencial como escudo ante múltiples acusaciones de abuso y corrupción.
Todo eso. Y más.
La sola insinuación de su nominaciónparece una forma de gaslighting diplomático o auto sabotaje para ese país noruegoque permite a un payaso lanzarse para probar cuánto puede torcerse el significado de “paz”sin que el mundo vomite en masa.
Un magnate disfrazado de presidente,que ha jugado a la ruleta con aranceles,que chantajeó con muros, sanciones y misiles verbales y reales,que amenaza con una mano y cobra con la otra,como vendedor de falsos seguros en plena zona de guerra.
Un hombre acusado de todo,desde violencia domésticahasta conexiones con el innombrable Epstein.
Un personaje que, si la historia se escribiera sin maquillaje,estaría más cerca del tribunal de La Hayaque de los jardines de Oslo.
Y sin embargo, ahí está,postulándose o siendo postulado,como si la paz fuera un trofeo más en su vitrina de egos,como si el mundo entero tuviera amnesia selectiva,como si bombardear la decencia fuera un mérito.
La moneda de cambio es incierta:antes y después de Oslo, si no le cuaja,sanciones, amenazas, golpes blandos,alianzas con autócratas,o simplemente su narcisismo inflado al nivel de globo meteorológico.
Ofendido por verdades incómodas.
¿Qué más estará dispuesto a hacer para "merecerlo"?¿Una falsa cumbre de reconciliación?¿Un tuit en mayúsculas con paloma de stock?¿Un velado desfile armamentista?
Poco probable que lo gane, sí.Pero no imposible.
Y esa posibilidad —por mínima que sea—dice más del estado del mundo que de su candidatura.
Porque cuando se premia al lobo por disfrazarse de oveja,entonces es el rebaño el que está en peligro.
Y la desvergüenza y el cinismo presentes.
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